16 de Septiembre de 1999.
Una de las máximas de Ciutadans pel Canvi era el acercar al ciudadano a la política. ¡Pues eso lo hicieron muy bien! Si uno tenía dudas sobre la honorabilidad política, despues de la experiencia no le quedaba ninguna.
Me tocó asistir a la organización de la campaña electoral de 1.999 para hacer presidente a Pasqual Maragall. Es que todos estábamos por cambiar las formas de hacer política. ¿Todos? Noooo. Una irreductible tribu de demócratras de izquierdas se resistieron a tamaña invasión. Porque en estos momentos se empieza a pensar que defender la dictadura del proletariado, viendo que uno puede pasar de autobusero (es un decir) a diputado, con el consiguiente cambio económico que ello comporta, no es nada rentable.
No importa nada. El único objetivo es ganar las elecciones. Y se respira en el ambiente que ello supone una mejora sustancial en el status de cada uno de los implicados.
Y aquí estoy yo. Metido en la planificación de una campaña electoral y ver que esto era como un abordaje a una nave llena de oro. Socio Corsarios y Piratas pel Canvi aliados para conseguir el botín, y sin reparar en nada. Si no podían ser diputados aún quedaba pescado por vender.
Cada uno a lo suyo. Promocionarse como funcionario, tener una pensión vitalicia por su pasado antifranquista o un cargo de confianza en el Ayuntamiento de l’Hospitalet eran las aspiraciones del grupo de ex-psuqueros que formaban la Plataforma de Piratas pel Càrrec. Pero es que los socio corsarios tampoco les iban a la zaga. Mejor posicionados por estar en la estructura de un partido, con similares ambiciones, pero más ambiciosos objetivos; prosperar a través de su filiación política.